La copa, un feliz espejismo para el Oostende

Las copas nacionales siempre suelen venir cargadas de la palabra «ilusión». Ilusión para aquellos equipos que, realizando una buena temporada, esperan prolongar sus sensaciones en la competición copera. Ilusión para aquellos que, por el contrario, la ven como una gran oportunidad para revertir un, hasta el momento, mal año deportivo. Ilusión, en definitiva, para un torneo que (casi) siempre deja espacio a grandes historias. Para el KV Oostende, la Croky Cup 2023/24 es todo un feliz espejismo en medio de una realidad crítica.

Los aficionados de este club, que da nombre a una ciudad costera de la región de Flandes, muy cerca de la turística Brujas, viven con mucha preocupación, desesperación e impotencia el día a día de su equipo. Un claro descontento que tiene como principal razón la gestión del Pacific Media Group, una compañía de inversión respaldada por dinero estadounidense y chino que también está (o ha estado) en el accionariado de otras entidades como el Nancy francés, el Thun suizo, el Esbjerg danés o el Barnsley inglés.

En abril de 2023, el Oostende consumó su descenso a la segunda división belga, solo dos años más tarde de la histórica temporada 2020/21 en la que los kustboys rozaron clasificarse para competiciones europeas con un fútbol ofensivo y muy atractivo. En el presente curso, lejos de luchar por volver a la élite, el conjunto flamenco es colista. Y lógicamente mucho ha tenido que ver la deducción de 9 puntos (una sanción que ha sido apelada) que ha sufrido el club debido los impagos a trabajadores (incluidos jugadores) y proveedores. El diario belga Sporza habla, como ejemplo, de hoteles que han puesto en su lista negra al Oostende o de la empresa de panadería y café que dejó de suministrar sus productos a la entidad por las facturas que no se han abonado.

Con el fantasma de una posible quiebra y desaparición sobrevolando la ciudad, el pasado 14 de enero, en la previa de un partido de liga ante el líder, el Zulte Waregem, los aficionados llevaron a cabo una protesta en forma de procesión fúnebre a través de la cual representaron el entierro simbólico de su club. También durante el encuentro se desplegaron pancartas en contra del copropietario y cara más visible del Oostende, el norteamericano Paul Conway.

Un ataúd con la bandera del KV Oostende. Foto: focus-wtv.be

Curiosamente, los kustboys ganaron ese partido por 3-2. Un triunfo sorprendente, pero no tanto como la decisión del entrenador y exjugador del club, Michiel Jonckheere, de marcharse para dirigir a un equipo juvenil del Club Brugge. Jonckheere empezó la temporada como segundo de Stijn Vreven, pero el despido de este propició que cogiera las riendas durante dos encuentros. De la misma manera, también ha habido renuncias voluntarias por parte de algunos miembros de la Junta Directiva. Entre ellos, la del presidente, Frank Dierckens.

Paralelamente a todo lo explicado, el Oostende ha ido superando eliminatorias en la Croky Cup, la Copa de Bélgica. Tras eliminar a un equipo de cuarta categoría, los flamencos se cargaron a dos primeras: el KAS Eupen fuera de casa y a todo un KRC Genk a domicilio. En cuartos esperaba otro equipo de la Jupiler Pro League: el RWDM, al que el conjunto costero, con el estadounidense Jamath Shoffner en el banquillo solo dos días más tarde de su presentación, ha logrado noquear con un 2-0 a favor.

Así las cosas, los del norte de Bélgica se han plantado en unas semifinales coperas donde se medirán a doble partido al Royal Antwerp (vigente campeón) o al OH Leuven. La última vez que alcanzaron cuotas tan altas fue en la 2016/17, temporada en la acabarían llegando a la final, aunque sin éxito porque cayeron en penaltis frente al ya citado Zulte Waregem.

Pero la situación ha cambiado mucho en siete años y ahora, entre tanto desierto, el aficionado del Oostende se hidrata en el oasis que le está proporcionando la copa. Un espejismo que ayuda, aunque sea un poco, a llevar mejor la realidad cruda y amarga que afronta el club, pero que no la hace ni mucho menos desaparecer.

«O nos adquiere un inversor rico que inyecte mucho dinero o empezamos en una categoría inferior con empresarios locales y una nueva estructura», explicaba a Sporza un seguidor. Conway, por su parte, quiso mandar un mensaje de calma y optimismo tras el pase a semifinales: «Para mí es un misterio cómo la gente llega a creer que el Oostende es un club que pronto desaparecerá. Realmente no estamos en una mala situación. Cuando llegué aquí en 2020, los problemas eran mayores de lo que son hoy. Pudimos encontrar una solución entonces y lo haremos nuevamente». También prometió nuevos acuerdos de patrocinio y dijo tener «plena confianza» respecto a la apelación de la deducción de puntos.

El tiempo (y los juzgados) dirá. Hasta entonces, el Oostende deberá subsistir como pueda en una campaña en la que la copa proporciona un destello de luz entre tanta nube negra. Una institución que nació en 1981 fruto de la fusión de dos equipos de la ciudad. Quizás esa puede ser otra fórmula, la misma que han utilizado recientemente equipos que se vieron obligados a empezar de cero como el KSC Lokeren (ahora Lokeren-Temse), para ver a un nuevo KVO, si así lo requieren las circunstancias.

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